sábado, 17 de noviembre de 2007

"Momentos Gratos" (parte III)

No recuerdo exactamente el lugar donde nací, pero sí recuerdo que era un lugar hermoso, un lugar lleno de vida. Un tapiz verde bordado con pasto y flores cubría todo el suelo, y un manto azul nos cubría a nosotros.
Vivía con una familia bastante peculiar, dueña de una escuela de teatro, y por lo tanto, viajábamos continuamente, de región en región, país en país.
No conocí bien a mi madre, ya que murió cuando yo tenía sólo tres años de vida, después del complicado parto que dio a luz a mi querido hermano Flavio.
Lo que sé de mi madre es que se llamaba Cassandra, y que me nombró Mirko, por su hermano, a quien quería mucho, pero murió joven. También sé, gracias a Liberato, mi padre, que me quería mucho, y que yo también la quería, incluso me contó que, después de su muerte, estuve manteniendo conversaciones con ella hasta los cinco o siete años de edad. Según mi padre, era una mujer bellísima, y que la primera vez que la vio sintió la necesidad de tener que pasar el resto de su vida junto a ella. Tenía el cabello largo, castaño y rizado, sus ojos eran grandes y de un color café muy profundo, que con sólo una mirada era capaz de detener el palpitar de su corazón Y siempre que terminaba de contarlo, rompía en llantos.
Con Favio nos gustaba hablar con mi padre acerca de la vida de mi madre, crecimos escuchando esas historias, y además recibiendo las instrucciones para lograr ser actores, ser artistas como nuestros padres, maestros de los sentimientos, y poder representar lo que fuese y cuando fuese, ser un creador, mostrar a la gente nuevos mundos, mundos posibles sólo gracias a nuestro talento innato, heredado por toda una familia dedicada a lo mismo.

Y así paso el tiempo, jugando con Flavio, y perfeccionándonos en el arte del alma a la vez. Flavio y yo éramos súper unidos, como si tuviéramos un enlace telepático, siempre sabíamos lo que el otro quería, y por lo tanto, fue el primero en notar mi amor por Stella, quien con el pasar de los años se convirtió en mi mujer, a la cual amé por completo, a la cual me entregué para siempre, aquella hermosa mujer de cabello color chocolate, ojos grandes y negros, su ventana al alma, ya que con sólo una mirada podía saber todo lo que me quería; sus boca era pequeña, y su nariz fina. Era una escultura viviente enviada por los dioses, era perfecta, todo en mi vida era perfecto, pero después de la muerte de mi padre, tuve que arruinar toda esa perfección por una estupida manía, por no haber visto la perfección en la que vivía, por haber buscado algo que siempre tuve.

jueves, 1 de noviembre de 2007

"Deseo Una Lágrima" (Parte II)

¿Cuántos años llevaré aquí? ¿Qué pasará con el mundo exterior? Eso ya no me importa.

No estoy avergonzado de mis actos. No soy capaz de sentir. Ya no me importa nada, tampoco me he preocupado de mi apariencia, me veo como una horrible bestia, mis uñas, mi cabellera y barbas han crecido de una forma brutal, mi dentadura está podrida, muchos de mis dientes ya se han caído, mi piel esta llena de heridas, heridas hechas por las ratas, heridas infectadas por el descuido.

Hace mucho tiempo que vivo en soledad. El único contacto que tengo de el mundo exterior son los murmullos de personas que pasan alrededor. La poca luz que entra por los orificios de las paredes me quema los ojos.

En ocasiones, mientras duermo, he visto a mi padre, quien está junto a todo el grupo sobre el escenario, llamándome, y vuelvo a ser yo, el hombre sensible que solía ser, ese hombre capaz de reír y llorar, enfurecerse y temer, pero cuando comienzo a acercarme al escenario, toda esa gama de sensaciones comienza a desvanecerse, y poco a poco todo el grupo desaparece y todo vuelve a ser ruinas. Despierto abruptamente, y trato de llorar, pero no puedo. No logro comprender como pude quedar en este estado, cuando pasé de ser un hombre capaz de interpretar todos los sentimientos, a no poder expresar los mios.

Trato de odiarme por lo que hice, soy un muerto en vida, como una especie de zombie, ya no tengo razones para vivir, no tengo a nadie, ni quiero tenerlo, no tengo metas ni proyecciones, no busco tenerlas, lo único que quiero es poder volver a sentir, poder llorar, y poder odiarme, odiarme hasta el punto de matarme y reunirme con quienes amé, con los que jugué y trabajé, comí y compartí, con mi grupo, mi padre, y mi amada.