sábado, 27 de octubre de 2007

"Cae El Telón" (Parte I)

Si No Fuera Por Mi Actitud, si no fuera por esa manía del demonio de hacer todo preciso, todo perfecto, no estaría solo, salvo por la única compañía de ratas, palomas y murciélagos, que me sirven de único alimento.

Aún recuerdo cuando recién habíamos construido todos juntos este teatro, como la gran familia que éramos,con mis hermanos, mis primos, sus mujeres, mi mujer, y mi padre… mi padre, un buen hombre, un excelente actor, de quien aprendí todo lo que sé। Éramos un excelente grupo, hasta el momento en que mi padre contrajo esa extraña enfermedad, que, en menos de una semana, terminó llevándoselo. Desde entonces intenté ser perfecto, por mi padre, por cierto. Empecé eliminando a todo aquel que ennegreciera el trabajo de nuestra compañía, mi compañía. Cada vez que alguien se equivocaba en escena, u olvidaba sus líneas, le llegaba su merecido, y era eliminado ipso facto. El resto del grupo no sabía lo que sucedía, y así, cada vez, el escenario fue quedando más y más vacío, hasta tal punto que sólo quedábamos mi hermano menor, mi mujer y yo.Una tarde, en una presentación, mi hermano repitió dos veces la misma línea, nadie lo notó, pero si lo hubiesen hecho, hubiera sido el fin para nuestra compañía, así que esa noche, mientras dormía, me acerqué a su habitación; yo llevaba una espada en la mano, pero cometí un error, el primero de mi vida, ya que al entrar a la habitación, boté algunas cosas, sacándolo de su sueño, y al verme con la espada se asustó, y me preguntó qué pasaba, yo le recordé su falta, y le conté lo que sucedería, le conté el final de su obra; éste tomó una espada y se puso en guardia, iniciándose así una gran batalla. Mi corazón acelerado, y el sudor que corría por mi piel aumentaban mis ganas de verlo en el suelo nadando en su propia sangre, pero el ruido de la habitación alertó a mi mujer, la cual caminó en dirección a la habitación. Fue un poco después del instante en que entró, cuando cometí mi segundo error de esa noche, ya que mi espada, que estaba destinada a atravesar el corazón de mi hermano, le dio una estocada al pecho de mi mujer, lo cual provocó en mí, una ira hacia mi hermano, a quien ataqué, culpándolo por lo sucedido, ya que si él no se hubiese equivocado, nada de esto hubiese pasado; lo ataqué de una forma tan brutal que logré que su cabeza rodara por el piso mientras observaba su cuerpo, caer a su lado. Me paré, tomé el frío cuerpo de mi agonizante mujer, quien, con su último aliento me dice –“Te perdono”-. Cerré sus ojos y su boca, la llevé hasta el escenario, y la puse ahí, quemé el cuarto de mi hermano junto a su cadáver, bloqueé todas las puertas del teatro y me decidí a vivir ahí, entre las butacas, ya que el escenario correspondía a quien nunca se equivocó, a mi mujer.